lunes, 11 de junio de 2012


Hola me llamo Rubén Somarriba, vivo en Granada y tengo 12 años. Me gusta mi ciudad porque tiene muchas montañas y me encanta ir de excursión con mi familia por ellas. Voy a la escuela aunque no me gusta mucho porque queda lejos de casa y tengo que madrugar.

Mi mamá trabaja en la agricultura igual que lo hacía mi papá, aunque ella trabaja recogiendo judías y él lo hacía en las plantaciones de caña de azúcar.



Tengo 2 hermanos mayores que también trabajan en el campo. Ellos me insisten mucho para tener un futuro mejor, yo les miro y les digo que “sí”, que “sí” para que me dejen en paz porque muchas veces no los entiendo.

Ellos decidieron coger unas tierras chiquitas que eran de mis bisabuelos y ponerlas de nuevo en producción. Van a sembrar café y están muy contentos porque desde que se asociaron a la cooperativa, una asociación extrajera, ésta les ayuda a exportar sus productos consiguiendo un precio justo por ellos. Y por fin, después de 20 años trabajando va a poder independizarse, aunque dicen que vendrán a visitarnos de vez en cuando para no poner triste a mamá.

A mi papá, que se llama Benito, le despidieron hace 3 años. Le dieron un dinero como compensación hasta que encontrase otro trabajo pero él desde hace tiempo ya no puede trabajar. Según me ha explicado mi mamá, tiene una enfermedad que se llama insuficiencia renal crónica (IRC). Por lo que cuentan mis hermanos, cuando creen que duermo, los jefes de papá se aprovechaban de su analfabetismo y trabajaba todo el día en pésimas condiciones y por eso él está triste, pero yo le cuento chistes para que se ría.
Yo sin que él lo sepa, me alegro de su despido, porque ya esos hombres malos no abusarán más de él y ahora está más tiempo en casa y me puede acompañar a la escuela algunos días.


A Rufino Benito Somarriba de Granada (Nicaragua) lo despidieron hace unos años cuando su enfermedad aún estaba en su fase leve. Las bombas de riego con las que trabajaba cargadas con 296 pesticidas de los denominados “altamente tóxicos” y utilizados para el control de plagas de la industria azucarera, a veces le mojaban todo el cuerpo y permanecía empapado toda su jornada o hasta que se le secase al sol.

Benito aún después de dos años está tramitando su denuncia para recibir una indemnización con la cual ayude a subsistir a su familia.

A todos nos gustaría tener una retribución digna por nuestro trabajo, así que pensemos cuando compramos quien se beneficia realmente y quien se lo ha trabajado.

Hacer comercio justo significa comprar directamente a las organizaciones de productores a un precio justo. No es fácil llegar a acuerdos con los pequeños productores de azúcar. A la inversa del café y el cacao, que son productos tropicales, tanto la remolacha como la caña se producen en casi cualquier parte del mundo, por lo que hay una competencia directa.
La técnica necesaria para moler y refinar el azúcar necesita mucho dinero. Ésto trae como consecuencia que hay muy pocas cooperativas de productores con las cuales las organizaciones de comercio justo puedan cerrar acuerdos de colaboración.
A pesar de estas dificultades, se vende algo de azúcar en condiciones justas. Desde 1986, miembros de la EFTA (Asociación Europea de Libre Comercio) importan azúcar moreno de Nicaragua.

Como consecuencia de las grandes desigualdades de fortuna y poder y los bajos precios del mercado mundial en muchos países en desarrollo los ingresos de los pequeños productores de caña son muy bajos al igual que los sueldos de los trabajadores cuyas condiciones de trabajo son pésimas.

En la República Dominicana, por ejemplo, donde las plantaciones azucareras cubren el 12 por ciento de la superficie cultivada del país las condiciones en las cuales viven miles de cortadores de caña son espantosas. Muchos de ellos son inmigrantes del país vecino Haití que se vieron forzados a emigrar por los huracanes.

Viven en complejos llamados batays cerca de los campos de caña. Hasta 7 personas viven en una casita de una sola pieza son agua ni electricidad. La compañía estatal de azúcar la CEA no prevé los servicios sanitarios necesarios por lo que los niños mueren de enfermedades prevenibles.

Para los pequeños países del Caribe que tienen costes de producción muy altos, las exportaciones en condiciones de comercio justo hacia Europa son vitales para su supervivencia económica.


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